¡Hola! ¿Qué tal?

Soy Arne C. Nilsen y  me parece genial que hayas decidido visitar mi web. 

En el grupo de jóvenes de CCS amamos al Señor y nos entregamos de lleno a servirle

El curso de la vida de una iglesia conlleva desafíos, contratiempos, alegrías y victorias, que abarcan desde experiencias consideradas simples y cotidianas hasta las más apasionantes y extraordinarias, como refleja el autor en esta novela. Ambientada en un entorno contemporáneo, su lectura resulta increíblemente familiar y cercana para cualquiera. Sus protagonistas, predicadores así como creyentes en general, conforman una trama cautivadora, que logra fascinar al lector desde la primera hasta la última línea.

A lo largo de las páginas de este libro, Arne C. Nilsen nos integra en el día a día de la Comunidad Cristiana de Seleares, en especial de su grupo de jóvenes, por medio de las vivencias, diálogos, encuentros, intrigas, dudas, reflexiones, transformaciones, proyectos, anhelos, oraciones y sueños de sus personajes, en el contexto de un grandioso despertar espiritual. Sin duda, te sentirás parte de este relato, disfrutando de sus contenidos repletos de testimonios y experiencias, las cuales, sobre todo, constituyen una verdadera oda de exaltación a Jesús, Rey de reyes y Señor de señores.

Capítulo 1

…—Pues sí —añade Kevin—. Aunque nuestros gustos musicales para nada coinciden, reconozco que este tema suena muy bien. Y no lo digo por ser de mi país ¡Es cool! ¡Mola! ¡Bacano!

Se encuentran a unas diez manzanas del edificio de la calle Asturias número tres, sede de la iglesia: Un inmueble que consta de un auditorio principal con capacidad para algo más de mil quinientas personas, dos auditorios complementarios para dar cabida, cada uno, a doscientas personas, una capilla de oración, una sala de ensayo, múltiples estancias más reducidas en las cuales se llevan a cabo los distintos niveles de enseñanza tanto para niños como adultos, una cafetería con buen servicio, buenísima comida y mucho estilo. Y, como en cualquier inmueble dedicado a obra eclesial, cuenta también con doce oficinas. La iglesia la componen alrededor de mil cuatrocientos miembros registrados, sin embargo, debido a la gran afluencia de personas, los domingos se celebran dos reuniones: a las nueve y a las doce del mediodía. La dirección de la iglesia, con los pastores Andrés Ponce y Natalia Rubio al frente, tiene ya avanzados planes para la construcción de un nuevo edificio, con un auditorio que podrá albergar hasta cinco mil personas. Por cierto, la que conduce el vehículo de hidrógeno, Naty, es la mayor de sus cuatro hijos.

—Fijaos —dice Naty—, ahí están Eva y Lucía.

—¡Ay, sí! —contesta Marga— ¡Qué ganas de ver a Eva! Hace que no la veo… puf… como una eternidad.

—Es un encanto —replica Naty. 

—¡Eh!, ¡hola, hola, hola chicas! —grita Marga a pleno pulmón, tras bajar la ventanilla, intentando captar la atención de ambas. 

Al oírla, Eva y Lucía se giran para ver de dónde procede tanto griterío. Viendo que se trata de Marga, asomada por la ventanilla del coche de Naty gesticulando con ambos brazos, no pueden sino echar a reír y devolverle el saludo con una puesta en escena igualmente ruidosa. En eso están, cuando, de repente, un camión, de esos que reparten refrescos y cervezas, aparece como de la nada, girando bruscamente para acceder a la calle Collados que acaban de cruzar ambas chicas. Y quién sabe si a causa de una distracción o por exceso de velocidad, el conductor pierde el control del vehículo y vuelca, dejando caer toda su carga hacia donde ellas se encuentran. Naty, Marga y Kevin, que no ven absolutamente nada a causa del propio camión que les tapa la vista, gritan a toda voz:

—¡Jesús, Jesús, Jesús! ¡Ayúdalas, Señor!…

 

 

Capítulo 5

—¡Alcira! ¡Alcira! ¡Alcira!
—¿Qué quieres, Leonor? ¿No ves que estoy ocupada?
—Tienes que venir, tienes que venir rápido. Algo le ha sucedido a Ati.
—¿A Ati? ¿Y qué será lo qué le pasa ahora a mama Ati?
Demasiados asuntos de los que ocuparse tiene Alcira como para abandonarlos sin más, por alguna de las ocurrencias habituales de la mama. Ser la líder de un pueblo te deja poco margen de maniobra a lo largo del día, y no puedes permitirte malgastar tu tiempo en nimiedades.
—¿Acaso no están con ella Elena o Aura?
—¡Sí! Están con ella; y también el resto del pueblo. Solo faltas tú.
—¿Cómo? ¿De qué hablas? ¿Qué está pasando aquí? ¿Ha venido ‘la banda’?
—Es lo que estoy intentando contarte —señala Leonor, algo disgustada por el ninguneo de Alcira—. ¡Ahora, deja eso y ven conmigo de una vez!
De mala gana, pero intrigada, Alcira suelta las varetas de Yuca que estaba seleccionando para la siembra, se levanta y ambas van corriendo en dirección a la casa de Ati, cuyos alrededores están atestados de gente situada en forma de semicírculo, como admirando un espectáculo.

—¡Ay, qué alegría, Alcira!¡Qué alegría! Hacía tanto tiempo que no podía caminar, ¡y mira ahora, mira! —grita mama Ati, sin parar de moverse y dar vueltas en una especie de baile feliz, animada por los gritos y aplausos de todos los que la observan, admirados por la escena que están contemplando.

Tras más de diez años postrada en cama a causa de una enfermedad neuromuscular degenerativa, de pronto, ante la atenta mirada de quienes la acompañaban en su casa, Ati se había levantado sin más, comenzando a dar rienda suelta a una desbordante alegría, al verse liberada de la esclavitud que le había impuesto su enfermedad. El apodo por el que todos la conocen, ‘la mama’, es una especie de título heredado. Kimi, su esposo, fue uno de los mamos más queridos que recuerdan los habitantes de este pueblo.

Cuatro años antes de este suceso, un grupo armado, a quienes todos conocen como ‘La banda’, se había presentado repetidamente en el lugar, pretendiendo usar ciertos terrenos próximos al pueblo para ampliar sus cultivos ilegales de coca. Kimi, que se opuso a sus intenciones por ser, según él, perjudiciales para ellos, se movilizó diligentemente tomando contacto con otros líderes locales, desvelando los planes de este grupo, pensando que, al ser de dominio público, finalmente desistirían de sus propósitos; algo que no agradó en absoluto a ‘La banda’. A lo largo de los siguientes meses recibiría continuas visitas intimidatorias, las cuales, sin embargo, no le hicieron cambiar de opinión. Y fue así como un día, de repente, Kimi desapareció…